El conocimiento te
lleva a la sabiduría, sin embargo, conocer y saber no son lo mismo.
Conocimiento es tener noción e información sobre las cosas, mientras que
sabiduría es saber lo esencial. ¿Qué es lo esencial? Quién eres (más allá de lo
que te ha dicho el mundo —tu familia, tus maestros, tus amigos, tu jefe, tu
pareja, tu sociedad, tu cultura, tu país— que eres), de dónde vienes, y hacia
dónde vas. Hay una respuesta justa, verdadera, única, para estas tres
interrogantes: esa respuesta es lo esencial. Y cuando sabes lo esencial, ya no
necesitas acumular conocimiento. Disfrutas conocer, aprovechas tus
conocimientos, aprendes lo que necesitas incorporar a tu vida, no te distrae ni
te angustia lo que desconoces. Ya no necesitas conocerlo todo porque sabes lo
fundamental. Sabes lo que tienes que saber.
Soy bastante mental, todo lo razono, así
que por mucho tiempo viví rindiendo culto al intelectualismo. Estudiar es un
placer, lo hago con mucho gusto, y mis ganas de estar informada y aprender
cosas me llevaron con éxito desde la escuela primaria hasta la carrera de
Filosofía. Curiosa, lectora, y reflexiva por naturaleza, dedicarme a pensar el
mundo estaba muy bien para mí entonces. En primer año, estudiando filosofía
antigua, descubrí una máxima que hoy en día pienso en ella como la puerta del
conocimiento hacia la sabiduría: «Conócete a ti mismo». Descubrirla fue
interesante, mucho mejor ponerla en práctica. No de inmediato; progresivamente
fui entendiendo su significado, hasta empezar a vivirlo. La misma vida me puso
en el camino del autoconocimiento. Fue en la practica de meditar en mí, en el
Sí Mismo, en la esencia, que dejé de lado el saber cosas para ganar sabiduría.
Descubrí que el único saber necesario para la vida es acerca del Ser y los
asuntos del alma. También descubrí las herramientas para establecer esa conexión
espiritual esencial. Fue un proceso de años, complejo, pero al mismo tiempo
maravilloso, real, útil, satisfactorio, que se va transformando en un estilo de
vida.
La sabiduría no tiene por qué estar
separada del conocimiento: coexiste con él. Puedes seguir siendo el intelectual
profesional de muchos títulos, brillante carrera, y reconocer quién eres en
esencia. Esa es la vida ideal. Sin embargo, el mundo está lleno de personas
inteligentes, hábiles, muy calificadas, competentes para sus trabajos pero
insatisfechas, hartas, deprimidas, conflictuadas en su vida personal, porque se
desconocen a sí mismas. No saben que quieren en realidad, ni por qué hacen lo
que hacen. Existen para sostener una tortuosa rutina, y con todo lo que saben,
porque conocen como funciona el mundo, no saben lo esencial. Están desconectados
de su alma. Tienen, mantienen, trabajan, construyen… pero no son. Todo lo que edifican
carece de alma puesto que estas personas no están en sintonía con la suya.
El conocimiento es del mundo para el mundo.
La sabiduría brota del alma y nos muestra exactamente lo que somos.
La verdadera vida es espiritual, se trata
de ser en esencia, más allá de tu naturaleza, cultura o contexto humano. El
mundo y sus circunstancias son transitorios, cuestión de una época, una
tendencia, un momento en el tiempo que transcurre indetenible en medio de
sucesos que un día lo son todo y al otro desaparecen y ya no significan nada.
Lo importante, lo real, es eterno e inmutable en su esencia. Es lo permanente
en medio de las circunstancias, siempre cambiantes. Es el alma de todas las cosas.
Mientras me esforzaba por comprender el
mundo y servir a la sociedad concentrada únicamente en el entorno afuera, me
alejaba cada vez más de mí. No entendía todavía que sólo puedes ser útil, dar,
servir, desde lo que eres, ergo debes reconocer quién eres en realidad. Y mientras
más conocía el mundo, más me desilusionaba. Era natural, porque el mundo como
lo conocemos es una ilusión (producto de nuestra ignorancia) de la que hay que
deshacerse primero para poder encontrar el verdadero camino de vida. Cuando lo
entendí, eso hice. Me desligue del mundo que no tenía nada que ver conmigo,
puesto que yo no era nada de eso. Mucho de lo que sucede en el mundo yo no lo
quiero en mi vida, y lo que quiero en aquel momento parecía no ser parte de
este mundo: paz, tranquilidad, bienestar, calma, felicidad, silencio. A solas
conmigo encontré todo eso en mí, y cuestionándome todo el tiempo que pasé con
la mirada puesta siempre afuera en este mundo lleno de interminables
conflictos, situaciones sin salida, preguntas sin respuestas me pregunté ¿qué pasaría
si volvía la mirada hacia adentro, hacia lo que nunca había visto, y empezaba a
conocerme a mí? Ese ejercicio maravilloso de autoindagación me llevo finalmente
al que siempre debió ser mi punto de partida: yo misma.
Meditar en mí, comprenderme, explorarme,
escucharme a mí misma en lugar de voces ajenas, me llevó hacia todas las
respuestas. Reconociendo mi Ser —que en esencia es el Ser de Todo— se acabaron
mis dudas existenciales. Ya no necesito almacenar conocimientos en desuso.
Ahora aprendo a caminar en la luz de la sabiduría, sin desviarme entre el ruido
del mundo, sin quedarme atascada en los dolores, vicios y placeres de la
existencia.
La sabiduría no está restringida a un solo
ámbito. Fluye entre todas las cosas y conocimientos que conforman el mundo.
Entre los miles de caminos trazados por cada conocimiento humano la sabiduría
del ser es el carro luminoso que se mueve en una sola dirección, la liberación
del alma.
El gran reto hoy no es aprender sino
descubrir lo esencial y vivir sabiamente. Desde que lo supe empecé a vivir con
autenticidad, porque vivo desde lo que soy. Ya estoy en marcha en el camino a
la realización. Apenas comienza el recorrido.