lunes, 13 de enero de 2025

Meditación seis: Conocimiento y Sabiduría

 


     

     El conocimiento te lleva a la sabiduría, sin embargo, conocer y saber no son lo mismo. Conocimiento es tener noción e información sobre las cosas, mientras que sabiduría es saber lo esencial. ¿Qué es lo esencial? Quién eres (más allá de lo que te ha dicho el mundo —tu familia, tus maestros, tus amigos, tu jefe, tu pareja, tu sociedad, tu cultura, tu país— que eres), de dónde vienes, y hacia dónde vas. Hay una respuesta justa, verdadera, única, para estas tres interrogantes: esa respuesta es lo esencial. Y cuando sabes lo esencial, ya no necesitas acumular conocimiento. Disfrutas conocer, aprovechas tus conocimientos, aprendes lo que necesitas incorporar a tu vida, no te distrae ni te angustia lo que desconoces. Ya no necesitas conocerlo todo porque sabes lo fundamental. Sabes lo que tienes que saber.

     Soy bastante mental, todo lo razono, así que por mucho tiempo viví rindiendo culto al intelectualismo. Estudiar es un placer, lo hago con mucho gusto, y mis ganas de estar informada y aprender cosas me llevaron con éxito desde la escuela primaria hasta la carrera de Filosofía. Curiosa, lectora, y reflexiva por naturaleza, dedicarme a pensar el mundo estaba muy bien para mí entonces. En primer año, estudiando filosofía antigua, descubrí una máxima que hoy en día pienso en ella como la puerta del conocimiento hacia la sabiduría: «Conócete a ti mismo». Descubrirla fue interesante, mucho mejor ponerla en práctica. No de inmediato; progresivamente fui entendiendo su significado, hasta empezar a vivirlo. La misma vida me puso en el camino del autoconocimiento. Fue en la practica de meditar en mí, en el Sí Mismo, en la esencia, que dejé de lado el saber cosas para ganar sabiduría. Descubrí que el único saber necesario para la vida es acerca del Ser y los asuntos del alma. También descubrí las herramientas para establecer esa conexión espiritual esencial. Fue un proceso de años, complejo, pero al mismo tiempo maravilloso, real, útil, satisfactorio, que se va transformando en un estilo de vida. 

 

     La sabiduría no tiene por qué estar separada del conocimiento: coexiste con él. Puedes seguir siendo el intelectual profesional de muchos títulos, brillante carrera, y reconocer quién eres en esencia. Esa es la vida ideal. Sin embargo, el mundo está lleno de personas inteligentes, hábiles, muy calificadas, competentes para sus trabajos pero insatisfechas, hartas, deprimidas, conflictuadas en su vida personal, porque se desconocen a sí mismas. No saben que quieren en realidad, ni por qué hacen lo que hacen. Existen para sostener una tortuosa rutina, y con todo lo que saben, porque conocen como funciona el mundo, no saben lo esencial. Están desconectados de su alma. Tienen, mantienen, trabajan, construyen… pero no son. Todo lo que edifican carece de alma puesto que estas personas no están en sintonía con la suya.

     El conocimiento es del mundo para el mundo. La sabiduría brota del alma y nos muestra exactamente lo que somos.

     La verdadera vida es espiritual, se trata de ser en esencia, más allá de tu naturaleza, cultura o contexto humano. El mundo y sus circunstancias son transitorios, cuestión de una época, una tendencia, un momento en el tiempo que transcurre indetenible en medio de sucesos que un día lo son todo y al otro desaparecen y ya no significan nada. Lo importante, lo real, es eterno e inmutable en su esencia. Es lo permanente en medio de las circunstancias, siempre cambiantes. Es el alma de todas las cosas.

    

     Mientras me esforzaba por comprender el mundo y servir a la sociedad concentrada únicamente en el entorno afuera, me alejaba cada vez más de mí. No entendía todavía que sólo puedes ser útil, dar, servir, desde lo que eres, ergo debes reconocer quién eres en realidad. Y mientras más conocía el mundo, más me desilusionaba. Era natural, porque el mundo como lo conocemos es una ilusión (producto de nuestra ignorancia) de la que hay que deshacerse primero para poder encontrar el verdadero camino de vida. Cuando lo entendí, eso hice. Me desligue del mundo que no tenía nada que ver conmigo, puesto que yo no era nada de eso. Mucho de lo que sucede en el mundo yo no lo quiero en mi vida, y lo que quiero en aquel momento parecía no ser parte de este mundo: paz, tranquilidad, bienestar, calma, felicidad, silencio. A solas conmigo encontré todo eso en mí, y cuestionándome todo el tiempo que pasé con la mirada puesta siempre afuera en este mundo lleno de interminables conflictos, situaciones sin salida, preguntas sin respuestas me pregunté ¿qué pasaría si volvía la mirada hacia adentro, hacia lo que nunca había visto, y empezaba a conocerme a mí? Ese ejercicio maravilloso de autoindagación me llevo finalmente al que siempre debió ser mi punto de partida: yo misma.

     Meditar en mí, comprenderme, explorarme, escucharme a mí misma en lugar de voces ajenas, me llevó hacia todas las respuestas. Reconociendo mi Ser —que en esencia es el Ser de Todo— se acabaron mis dudas existenciales. Ya no necesito almacenar conocimientos en desuso. Ahora aprendo a caminar en la luz de la sabiduría, sin desviarme entre el ruido del mundo, sin quedarme atascada en los dolores, vicios y placeres de la existencia. 

     La sabiduría no está restringida a un solo ámbito. Fluye entre todas las cosas y conocimientos que conforman el mundo. Entre los miles de caminos trazados por cada conocimiento humano la sabiduría del ser es el carro luminoso que se mueve en una sola dirección, la liberación del alma.

     El gran reto hoy no es aprender sino descubrir lo esencial y vivir sabiamente. Desde que lo supe empecé a vivir con autenticidad, porque vivo desde lo que soy. Ya estoy en marcha en el camino a la realización. Apenas comienza el recorrido.

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