sábado, 6 de enero de 2024

Meditación uno: A la luz del Ser

 

 
 
 
     
     Día de reyes. Primer fin de semana del nuevo año 2024, año al que he llamado el año de la meditación. Durante el 2023 descubrí a través de advaita vedanta la sabiduría ultima, suprema, del Yo Soy (So Ham), una serie de enseñanzas milenarias que aprendí en un año leyendo el Gita, los Upanishads y —más claras y concisas— las Meditaciones de Nisargadatta Maharaj, mas toca poner en practica toda la vida. No olvidar que soy un ser divino viviendo una experiencia humana mientras existo con este cuerpo y este ego en este mundo duro y denso es el reto de todos los días. Meditación, autoobservación, reflexión y continua introspección es la actividad diaria más importante: del resto todo cuida de sí mismo. 

     Estoy aprendiendo a sostenerme en mi propia alma, a entregarme con devoción a la gracia de Dios sabiendo que Yo Soy Dios, consciencia pura. Cuando el mundo me agobia, recordar que todo lo que representa (el cuerpo, el ego, la mente, las emociones; conceptos, valores, pasiones, ambiciones) es una ilusión. El mundo es falso, transitorio, cambiante, caduco, ergo irreal ¿Qué es lo real? El Ser. Más que existir lo importante, lo esencial, es ser. El ser es verdadero porque es eterno, infinito, incontenible: todo lo contiene, por tanto, ilimitado, indefinible, está más allá de cualquier definición y limite contenido en este mundo minúsculo.  

     Meditar en el Ser, aferrarme con devoción a la energía divina del alma, confiar en su divinidad y no dudar jamás es e primer paso para sentirla y experimentar sus dones. 

     Basto con leer e investigar un poco: a nivel intelectual lo comprendo todo: por qué nací, por qué estoy aquí, por qué tengo la familia que tengo, por qué gozo de esta paz y esta sabiduría y por qué no me hallo bajo las bombas en Gaza o Ucrania, por ejemplo. Todo tiene una perfecta razón de ser. Si reconoces y practicas la máxima griega "Conócete a ti mismo" con leer y reflexionar lo suficiente cualquiera lo descubre. No obstante, el mundo es un cúmulo de conceptos que desde mi nacimiento me han inculcado como lo real, y apenas el año pasado descubrí con certeza que no lo es; que lo real el mundo te lo vende como fantástico, inexistente, imaginario, y ursurpa su lugar: el alma, el universo, Dios. Así, creyendo en la mentira del mundo como lo único y lo real e ignorando lo esencial, el alma, el Ser, vivía al revés. Así vive la humanidad, al reves. Por eso no se salva. Porque la humanidad es parte del juego de la existencia, de la ilusión del mundo, de la rueda del samsara. 

     Sin embargo, repito: somos seres divinos viviendo una experiencia humana. El Ser es La Verdad, la certeza que detiene la noria del samsara para que el alma se baje y siga su camino a la iluminación. El alma se viste de un cuerpo y entra en el juego de la existencia para iluminar, para que la luz de Dios se pruebe a sí misma. Durante ese transito existencial el alma mantiene contacto con la esencia suprema, el Ser, lo Absoluto, Dios, origen y destino, lugar de donde vino y hacia donde finalmente irá cuando el cuerpo ya no esté en la ecuación. Al mismo tiempo, el lado humano, inconsciente, criado en este mundo en la idea de que lo que importa es lo externo: el cuerpo, el ego, la raza, el género, la nacionalidad, la religión, la política, etc, va ignorando La Verdad de su alma, la realidad del Ser. Pero ignorar esta realidad no significa que no exista: a luz del alma brilla intensa detrás de los velos de la ignorancia mundana como el sol tras las nubes grises. Incluso en la noche más negra se sabe que el sol brillará en la mañana cuando su claridad este de nuestro lado del planeta ¿Cuando la luz del alma estará de nuestro lado? Cuando en lugar de ignorar el alma ignoremos el ruido del mundo y la furia del mundo y nos adentremos al castillo interior del que Santa Teresa nos hablaba: allí está la luz. 

     Esta mañana escribía en redes que no es fácil alcanzar y experimentar la paz del Ser cuando vives encapsulado en este mundo limitado, ínfimo, al que hemos creído como única realidad; donde nos han enseñado que el éxito está en cumplir con un montón de ítems enmarcados en hacer y tener: dinero, propiedades, marido, mujer, hijos, profesión, trabajo... y en ultima instancia, rezagado, queda el Ser; cuando es todo lo contrario: el Ser lo es todo, lo contiene todo, por tanto, ignorarlo es no obtener nada de lo esencial para la vida: paz, tranquilidad, amor incondicional, inteligencia divina, plenitud, realización. ¡Por supuesto que es difícil! Y la gente se deprime y se mata porque —incluso con todo el éxito máterial— se siente vacía, y ese vacío nada ni nadie lo podrá llenar, pues ese vacío, esa oscuridad interna hay que mirarla de frente, perderle el miedo, acercarse y arrancar el velo de sombras e ignorancia; abrir la puerta de la habitación más tenebrosa del castillo... para descubrir que allí está la luz que siempre habías deseado que te iluminara. 

 

     Hace millones de años los primeros homínidos se reunían en torno al fuego, contar historias en torno al fuego era expresar el ser más allá de la vulnerabilidad humana y la hostilidad de la naturaleza y los elementos; luego los griegos rindieron culto a la gran Hestia, Vesta para los romanos, y las vírgenes vestales pasaron a tener relevancia en la sociedad: se protegía el fuego del hogar. Esta diosa virgen que se desligó de las tediosas intrigas de los dioses y las disputas humanas para cuidar del fuego sagrado, es una sutil pero potente alegoría mitológica al cuidado del alma. Más allá del ruido del mundo, de la incertidumbre, de las circunstancias y nuestras propias limitaciones humanas está el fuego sagrado del Ser. Hay que protegerlo a toda costa: es lo que mantiene la vida y la dicha eterna. 

     Llegar hasta esta meditación me tomó 30 años de búsqueda espiritual, siempre poniendo mi intuición por encima de todo, incluso con miedo a no cumplir expectativas mundanas que ahora sé ni siquiera importan. Todo lo del mundo es cambiante, impermanente, irreal. La verdadera realidad es el alma, la única y verdadera vida es la espiritual. Nada que ver con religiones, ritos, dogmas, sino la relación que tienes tu contigo mismo(a), cuánto te conoces, cuánto te cuidas, cuánto te amas, cuánto meditas en ti, en tu luz, cuánto te acompañas. Al reconocerte un ser espiritual y estar en contacto con tu ser, esa es la vida real. El mundo no significa nada: tu esencia, tu presencia, lo es todo. Ella disipa las sombras del mundo y por ella puedes vivir libre, en plenitud, en paz a pesar del mundo y sus circunstancias. Sé y todo a tu alrededor ganará valor sólo con tu presencia. En medio de la oscuridad no temas: enciende el fuego sagrado. Descubre tu luz.